viernes, 28 de septiembre de 2018

La manzana y su magia en el tiempo



La manzana y su magia en el tiempo
Había una vez una manzana que pendía de un árbol a la espera de la cabeza de Newton. Blancanieves que andaba buscando un príncipe se lanzó para morderla, en ese momento apareció Robin Hood para apuntarle con su flecha, pero fue Magritte quien la inmortalizó sobre un lienzo hasta que Steve Jobs la digitalizó mordida. Después de todo, desde que el mundo es mundo, cada uno y cada cual divide o muerde la manzana según sus intereses…

martes, 25 de septiembre de 2018

Entre la quietud y los inquietos


La quietud
en los hombros
de la inquietud
soportando
la boca hambrienta
como horizonte
que cae muerto.
La quietud
del trabajo
nos precipita
a la fosa
de los sueños
y me resisto
a morir o matarlos
en la garganta
de una avenida extranjera.
Nada soy
sin ese puñado
de sueños
como pájaros
que siempre
han acompañado
mi vuelo.
Ojalá
no sea tarde
aunque el reloj
se nota quieto
hay una inquietud
que no hace treguas.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

Vieja tierra

Soy una viajera reconciliándome con la vieja tierra esa que inmortaliza la emoción en dos o tres versos. La pequeñez del renglón en la brevedad más plena. Miro hacia delante para ver la vaporosa danza de una poesía cuasi etérea en las vértebras de algún cielo. Es necesario alimentar el alma aún en la flaqueza de un hoy que no baja estrellas.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Latinoamérica


En brazos
de la niebla
transcurrimos
con la palidez
del rostro
de los sueños.
Pronto
es primavera
y nada calma
a esta neblina
que nos envuelve.
Los jazmines
florecerán
igualmente
solo que la mirada
entona
con las ausencias.
El horizonte
de Latinoamérica
errante
y en las riberas
de llamas muertas
y los jazmines
que se empeñan
en florecer
cual esperanza
de mirada nueva.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Historias gélidas


Yo no sé cómo explicarle. Aparecí aquí, súbitamente. Así sin más, a la velocidad del pensamiento. Me corporicé y todo esto es tan nuevo. Quiero volverme a mi casa, dijo ella con gesto esperanzador.
El hombre la miró por el rabillo del ojo. El aspecto de la mujer era de fuera de época, pero lo peor de todo era el gélido gas que parecía envolverla. 
Las palabras comenzaron a quebrarse en la garganta del hombre y la idea de mujer se hizo agua de lluvia. Alzó su vista y vio como las nubes se convertían en otras formas, otros pensamientos, otros diseños. Un llanto antiguo bajó por sus mejillas y por enésima vez memorizó el rostro de su esposa muerta.
Nadie escapa al niño que cada uno tiene, dijo la terapeuta, mientras entraba al anciano a la sala de estar, allí donde las nubes desaparecen y el llanto muere.

martes, 4 de septiembre de 2018

Atardecer verbal


La tarde
en el misterio
de las sombras
dibujando
hasta el cansancio
atardeceres
transparentes.
La tarde
en el balcón
de letras
con un reloj
oscilante
en el péndulo
de sueños.
La tarde
y nosotros allí
como poetas
de a retazos
en el vaivén
de la calle
y a la espera
de nuevos climas
y otros paisajes
para renacer
en verbos.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Comparto un fragmento de un cuento largo que está por salir del horno..

Comparto un fragmento de un cuento largo que está por salir del horno...
El usurpador
Me quedé inmóvil. Sentí el martilleo continuo de mis pulsaciones dentro del pecho como si un taladro perforase incansable una piedra. Abrí la boca buscando un poco de aire. Me concentré en la pequeña ventana que daba a la calle, más precisamente al ras de la vereda. Tenía una reja que impedía el acceso o salida de una persona, pero por suerte entraba viento fresco por los vidrios rotos.
La oscuridad llenó mi alma, tenía deseos de gritar, pero no se puede gritar sin hacer ruido. Tapé mi boca con ambas manos al tiempo que mis ojos quisieron hablar con lágrimas. No me podía permitir el error de llorar, no al menos en ese instante. Nadie es indispensable, ni siquiera yo misma, pero llorar no era algo que yo hiciese regularmente por lo cual fue fácil contenerme.
Una presunta identidad no nos hace más o menos visibles, aunque creo que me descubrieron. Si me encuentran me harán preguntas. Ellos no tienen nada que perder, yo sí.
La única luz que ilumina el sótano es la del farol de la calle. Un foco amarillo como la hiel, así de agrio es también este instante. El chillido del viento colándose por los agujeros de la ventana me inquieta. No le tengo miedo a los temporales, si le temo al otro lado de las cosas. Las dos caras de una moneda, la eternidad y el instante, la negrura o el mito de la caverna de Platón, la noche y el día, y enésimos etcéteras que transcurren sin hacer demasiado ostentación de su existir.
En verdad, siempre me gustó consumirme en la llama de lo que no sé, es una forma de florecer sin cargas en la espalda. Cuánto más sabemos más ignoramos y he ahí el drama de la existencia humana, saberse un vaso imposible de colmar.
Así lo decía Marcius Kong, mi vecino de departamento cada vez que tenía ocasión de filosofar.
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