sábado, 24 de noviembre de 2018

Un clásico con buñuelos y algo más



Hay muchas cosas que son clásicas, desde la vestimenta hasta los postres o la música, pero cuando se habla del “clásico” del fútbol, uno sabe que se trata de Boca vs River.
Claro que desde pequeña mi padre me enseñó a ser hincha del azulgrana, no obstante ello, recuerdo haber asistido a un clásico antiguo.
Aquella tarde que viene a mi memoria iríamos de visita a la casa de mi abuela paterna, a lo de Doña Rosa, así era como la nombraban en el barrio. Mis hermanos ya me habían dicho que ellos estarían cerca de la capilla, y aunque me miraban con un dejo peleador, yo ni me inmuté. Nunca fue uno de mis paseos favoritos ir a la iglesia, aunque allí solían pasar películas de Chaplin para los chicos, los días domingo. Yo prefería el fútbol.  Así que como quien no quiere la cosa, les respondí “ Yo no voy a estar ni cerca de la capilla”.
Preparé mis muñecas, y también mis agujas de tejer, con la última bufanda multicolor que estaba haciendo. Quería mostrarle a mi abuela italiana los progresos que había hecho desde la última vez que nos vimos. Aunque era diciembre y hacía mucho calor como para vestir a mis muñecas con bufandas de lana, ella jamás detuvo mis ansias de aprender a tejer. Los aprendizajes no tienen fecha de vencimiento. También puse en mi carterita calada color rosa, un par de banderines que había pedido prestado al “colo” Giménez.
Mi abuela "tana" era de Boca, yo lo sabía muy bien, ella era una romana con todas las letras y siempre decía que ese Club había sido creado por hijos de italianos allá por 1905, y aunque nadie la escuchaba por el solo hecho de ser mujer,  yo si la oía.
El caso es que el colorado Giménez sabiendo de mi amor por mi abuela, le robó un par de banderines viejos a su padre y me los llevó a la cancha Ferroviarios, el domingo anterior al clásico. Los puso entre mis muñecas  al tiempo que me decía” Marianita están un poco rotos, no me los devuelvas. Los saqué del cajón de herramientas de mi papá, no digas nada”. Yo los escondí entre las bufandas, hasta que al llegar a mi casa,  los miré con detalle. Estaban bastante desflecados, así que en la semana los remendé como pude, los planché con mi planchita de hierro y los doblé para llevárselos de regalo a Doña Rosa.
Después del almuerzo del domingo, salimos rumbo a su casa. Vivíamos relativamente cerca, no más de siete cuadras.
Mi padre me alzó para que tocase tres veces la puerta con la manito de bronce. Mi tía abrió la puerta. Al cruzar la amplia galería colmada de malvones rojos, comencé a sentir el olor a  buñuelos de manzana, mis preferidos.
Entramos en la cocina, sobre la mesa había una gran fuente colmada de frituras redondas “Marianita servite, y convidale a tus muñecas. Están flaquitas como vos” me dijo mi abuela, al tiempo que me alzaba para que me sirviese uno.
Al costado de la gran mesa, estaban los bancos largos de madera. Mis hermanos corrieron a lo largo de ellos para ir a sentarse cerca de la radio. “No me tiren la capilla” dijo mi abuela en voz alta. Fue en ese momento que supe que así le decían a las radios con forma de catedral.
Mi padre se sentó a tomar unos mates con mi abuelo, y según dijo “Estaba muy tranquilo porque él era de “Los cuervos””. Mi abuelo no sabía mucho de fútbol, pero era un clásico y había que escucharlo de boca del “Gordo Muñoz” , uno de los mejores relatores de fútbol de la época.
Yo me senté en la falda de mi abuela y no solté mi cartera hasta que fue necesario. Ocurrió en el momento del penal que cobraron a favor de River, que la sentí temblar a ella. Me bajé de su falda, y corrí hasta la radio, abrí mi cartera y saqué los dos banderines de Boca. Vestí la radio de punta a punta, mientras mis hermanos no dejaban de preguntarme de dónde los había sacado. 
Pactos son pactos, así que con cara distraída les dije que los había encontrado en un tacho de basura y que los había lavado y planchado. No me creyeron mucho, pero no me importó.
“Roma es Roma” dijo mi abu, al tiempo que  sacaba un pañuelo bordado del bolsillo de  su batón y haciéndole dos nudos, repetía “ Santo Pilato, si Roma no ataja el penal no te desato”.
 Magia o lo que sea, pero Roma el arquero de Boca le atajó el penal a Delem y mi abuela saltó de alegría. Mi abuelo la miró, censurándola, pero ella, astuta le dijo. “ dai dai Dante, non vedi que la nena trajo los banderines para que gane Boca?
Luego de eso es poco lo que me acuerdo, solo sé que la calle se inundó de fútbol y que la fuente de buñuelos vistió el barrio.