Tuve la tentación de no hacerlo. Es ya tarde
para arrepentimientos. Esa noche la lluvia estuvo presente. La recuerdo,
pertinaz, por dentro y por fuera.
Mirar una película no es algo que me satisface
demasiado, prefiero escuchar música; tal vez porque están de moda las películas
donde los zombies se apoderan del inconsciente y después de eso, sólo resta
tener oscuras pesadillas, bueno, es un manera de decir, porque claramente el
mundo onírico se convierte en agitación, grito y barbarie. No encendí el
televisor. Esa noche me senté en el cómodo sillón a recordar tiempos idos; seguramente
los tiempos que se han marchado tienen aromas diversos, los míos me recordaron
a café con leche con totadas con manteca, a invierno con escarcha sobre las
aceras, a rosales espinosos, a escuela con amplios pasillos, a juventud
ensoñada. Y luego, la memoria como un sonido, crash… hizo ruido, se quejó, se
rompió, se cuajó, se licuó, se evaporó; me sustraje, me sublevé, me aliviané,
me pesé, me dilaté, cosas de la memoria; pensé, cuando juega a las escondidas
con la distancia. Una sensación de asfixio pasó por mi garganta, es que tal vez,
por allí es por donde pasan las lágrimas. Ya me ha sucedido otras veces. Es común
en los humanos tragar memoria por la laringe. Me alcé del sillón, las lágrimas
densas comenzaron a caer imparables. Fui hacia el baño. Me miré en el espejo.
Un grito arcano salió de mi boca. Volví a mirarme, una y otra vez. Los ojos,
las mejillas, la nariz, la boca. Si , era yo.
Estaba en el espejo fijamente, observándome. El único detalle que no me deja dormir hasta
hoy, es que en la imagen del espejo, no se veían mis lágrimas.
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