Me han invitado a esta cena y lo primero que me han servido
es una taza de café. No lo entiendo, ¿es que en los compromisos sociales no
suelen servir vino u otra bebida parecida? No es que no me gusté el café, es
que no se me antoja, además son las diez de la noche, qué desconsiderados. Lo
que más me fastidia es que desde el centro del líquido parece formarse un ojo,
blanco y rojo, que me escruta con odio y quiere salirse de la taza. El ojo del
café se agranda a medida que pasan los minutos, no dejo de observarlo. Por
momentos creo que pretende evanescerme en un solo acto. Los demás invitados,
con cara de espanto, se retiran. El anfitrión, tímidamente se acerca para
decirme:
—Mister Canibbal, puede retirar su ojo izquierdo del café, todos vimos cuando se le cayó ahí.
—Mister Canibbal, puede retirar su ojo izquierdo del café, todos vimos cuando se le cayó ahí.
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