Ay de aquél que se
olvide del perfume de una flor, o del asombro que causan las simples cosas, o
del viento perfilándose en el rostro, o de
buscar el mundo de lo justo. Ay de aquél que en esta transitoria vida se
crea perenne y enlute su alma de tristeza. Un caminar sin quietud es esta
búsqueda y escape del tiempo, ese transitar que nos recuerda que la luz de todo
habita en el amor sincero. Ay de aquél que olvide cuán presuroso es el padre de
todos los silencios…
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