Camino en forma aleatoria entre el ayer y el misterio
del mañana. Es tarde , las palomas en la plaza ya se han saciado y estas
migajas quedarán encerradas en el puño hasta nuevo aviso. Hurgueteo en los bolsillos
con la otra mano y una moneda es todo lo que tengo. A cara o cruz es el día,
entre qué y qué, sería una gran pregunta. No hay muchas opciones, pienso,
mientras una paloma herida que picotea
el vacío me recuerda mi puño cerrado y las migajas. Con lentitud abro mi mano,
una a una van cayendo los restos de una galleta vieja. Es fácil saciar el
hambre de un ave de ala quebrada, lo difícil va ser que vuele, me digo,
mientras lanzo al aire la moneda y sigo buscando un charco de lluvia donde mirarme. Hace mucho que he muerto en
medio de tanta gente y nadie lo ha notado. Ahora revolotea entre mis pies esta
paloma blanca que se esfuerza por volar . La coloco sobre mi hombro, es
probable que desde allí vea con más claridad el cielo, esa inmensidad plácida. Palpo la moneda, la única que tengo y sé que
no quiero migajas…
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