Joan de la Hoz siempre se había ganado
la vida como payaso. Era la quinta generación que desarrollaba el oficio de
hacer reír, pero últimamente se lo veía preocupado: los pibes del barrio ya no
reían con sus bromas, piruetas o trucos y a pesar de cambiar su maquillaje y
pelucas asiduamente, no lograba atraer la atención de ellos.
Los niños preferían jugar con los juegos
que bajaban en sus teléfonos celulares o se divertían con los payasos
interactivos de la computadora.
Joan de la Hoz se sintió perdido en un
mundo cada vez más lejano, pero amaba los niños y su oficio.
Esa mañana memorable, ajustó su cinturón
de payaso y se dirigió a la facultad de ingeniería en sistemas. Ensayó mil
formas de convencer a los estudiantes de la necesidad de la risa humana y liberadora y los entusiasmó con la idea de generar un proyecto que contemplase
un"programas" y "juegos" con la propia imagen. Eligieron la
música y lograron un juego interactivo de alta calidad.
Joan se sintió satisfecho con el
producto logrado. Todos en el barrio hablaban del juego del payaso Joan, pero
solo algunos lograban verlo en persona cuando la luna destellaba infinita.
Después de todo los héroes se parecen a los humanos…
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