La pena imperante que sobresalta la Tierra o el desplome de
la Tierra causando la pena. La esperanza
que no basta para resucitar las canciones que bebe la muerte. Se multiplican
las manos cuando suena el suelo, o cuando envilecido se aproxima el océano y se dividen las lágrimas entre las almas
caducas para amortiguar el llanto que cae, tristemente. Y miro la lluvia y su
afligido acento: las calles mojadas, los rostros cimbreantes, el ánimo perplejo.
Y no dejo de pensar en las pupilas de la
vida con sus claroscuros en espejo.
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