Llevaba el día las bocas abiertas, los labios ceñidos a las circunstancias, y el sol de una dulce poesía, en medio. Y no supe si la palabra fue manantial de sueños o solo un mundo de cerrojos que se abría lento. Y encendí el alma con una melodía que canta a la vida a pesar de las muertes, como los viejos soñadores que caminan cansados su derrotero, pero no cejan en caminar a la par de sus sueños.
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