En la forma de la roca, el golpe de suerte del viento. ¡Quién
diría! Tan semejante a las circunstancias que juegan en las existencias, día a
día. ¡Quién diría! La fuerza que erosiona sin siquiera advertirlo; mas como la
gota de agua que se repite al infinito, moldea la dureza, grabándola con
ahínco. ¡Quién diría! Estos remolinos de la vida en la quietud de un blanco
movible. Es hora de entrelazar el alma con la blandura posible. ¡Quién diría!
Ahí soplan otros vientos hechos de sensiblerías. Hay un equilibrio frágil que
balancea los más y los menos del propio infinito.
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