Los guerreros también fenecen; sentada a la vera de un torbellino salino brillan los relámpagos de los aventureros pasos de esos seres tan humanos y no obstante ello, cuasi divinos. En lo más alto de la cresta vuelan los legionarios, atizan el claroscuro que imperfectamente nos anida. Parece que me invitasen a un diálogo que huele a extinto. Lloro mi suerte y os digo: dejadme un instante en el vórtice de vuestras mentes y permitidme navegar cual mar que madura en el infinito.
Soy de sal, mis ojos, innumerable cantidad de veces han sido síntoma y testigos.
Soy de aire, el viento ha sido mi interlocutor cuando el silencio anudaba mis alas en las noches frías.
Soy de fuego, como la roja luna que suele ser viajera del corazón de algún volcán antiguo.
Y esta tierra… esta tierra que sufre como mi alma, estoica y débil de tanto en vez gime sus heridas.
Sentada a la vera de un torbellino salino musito lo fugaz y el dulzor de la “ventana” que presta, ilumina los días.
I GUERRIERI
Trad: Raffaele Caligiuri
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