Este siglo colmado de
primaveras artificiales porta consigo una ancestral sed que nada apaga.
Como si todo se consumase en una lluvia entre volcanes cuyas lavas recorren
territorios de desiertos conocidos, antiguos y esenciales. Pero, permanecer en
el infinito de otra alma es tal vez un recorrido más amplio y menos inmediato.
Es quizá turbar el tiempo hasta anularlo. ¿Es eternidad un instante? La respuesta
se encuentra suspendida en cada morada. A ojos vistas, a redes expuestas: fundir llama con llama no alcanza en tiempos
de corazones gigantes.
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