El gato era completamente rojo, averdado y
acidulado, el gato tenía un maullido impropio y característico, el gato había
envenenado a toda la vecindad con sus zarpas inútiles y mezquinas, pero, en
Rasolargo, los gatos eran semidioses, más los averdados y ojiazulados que los
de cola blanca y patas de oro; todos, absolutamente todos, tenían por padre a
Perseo, y todos esos gatos formaban un jaleo inmenso, allá arriba en el Olimpo.
No se sabe bien si fue Zeus perturbado por los rasguños dejados por las garras
de Remilga o en realidad fue la fama de Remilga lo que ocasionó el brutal desenlace. Como toda historia olímpica es improbable,
pero parece que Remilga desafió al gato
acidulado diciéndole que se sentaría,
por siempre, a la vera del rayo de Zeus.
El gato, con la sangre en el ojo, exterminó a todo Rasolargo. Cosas de gatos celosos en el Olimpo.
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