Cuando llega
la tarde
el alma
se asombra
de las
pequeñeces
jamás
marchitas
y me
recuerdo
sin nubes
tan sólo
poetisa.
Me aproximo
a un árbol
con sigilo,
él expande
la virtud
de refrescar
los días
y nuevamente
me recuerdo
tan sólo poetisa.
Magnifico
esa sombra
para enjugar
la lírica
en tardes
veraniegas
de palabra y
tinta.
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