¿Casualidad? La casualidad no existe, decía él. Sin embargo,
la cruzaba a ella con asiduidad; cuando estaba de pesca, en el parque, en la acera,
a la salida del trabajo, en la entrada del edificio. El caso fue que a pesar de
querer esquivarla y de tomar todos los recaudos, una tarde de abril se
encontraron. En el vecindario no la soportan, pero en verdad yo la conozco muy
bien, decía él. Conozco su carácter , sus hábitos y hasta los detalles
instintivos … No fue la única vez que nos encontramos, fueron varias veces. A
veces resisto sus embates y otras veces me deja exhausto. En el último
encuentro que tuvimos casi me “amazza”. Algo debo hacer, pensó él. Sin
consultar a nadie, entró en la farmacia, solicitó lo que necesitaba y ya con
ello en el bolsillo se sintió más tranquilo. Al llegar a su casa, su esposa lo
notó ojeroso y demacrado. Se acercó a su rostro, lo miró con detenimiento y
luego lo abrazó. El visiblemente consternado por la preocupación de su esposa
sólo atinó a decir: no te preocupes amor, ya pasé por la farmacia y me compré
un antihistamínico. La próxima vez que alguna abeja desgraciada esté merodeando
para picarme tendré la medicación a mano.
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