Amanecido Sintiempo se alzó con rapidez de su lecho. La
mañana lo despertó con un sobresalto: el sol entró tras la ventana; ya era
demasiado tarde como para beber un café tranquilo. Apenas una ducha rápida y se
vistió para salir rumbo a la calle. La parada del colectivo atestada de
personas esperando puso de malhumor a Amanecido Sintiempo. Esto de esperar no
era cosa de buen tino para él. Decidió ir hacia su trabajo a paso ligero, sin
embargo al consultar el reloj pulsera se dio cuenta de los pocos minutos que le
restaban para llegar a horario y entonces comenzó a correr; primero al trote y
luego más ligero. Uno, dos o diez kilómetros hubiesen sido lo mismo: Amanecido
Sintiempo sintió un fuerte dolor en el pecho. Se detuvo, y a duras penas
balbuceó:
—Sé que sos la parca, pero yo soy Amanecido Sintiempo; verdaderamente me gustaría charlar con vos para aprender algo nuevo pero si me detengo llegaré tarde a mi trabajo.
Luego todo fue rápido y difuso: la ambulancia, el escalofrío y la lápida con la foto del hombre, donde reza: aquí yace Amanecido Sintiempo, por consultas dirigirse a la eternidad.
—Sé que sos la parca, pero yo soy Amanecido Sintiempo; verdaderamente me gustaría charlar con vos para aprender algo nuevo pero si me detengo llegaré tarde a mi trabajo.
Luego todo fue rápido y difuso: la ambulancia, el escalofrío y la lápida con la foto del hombre, donde reza: aquí yace Amanecido Sintiempo, por consultas dirigirse a la eternidad.
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