El otoño, como penúltima estación, me impele a nadar lento
en este mundo de agilidades y destrezas. Me gusta brindar por la
libertad y el arte, ser consecuente con los locos sueños y hacer eco del no
olvido: los pasos ligeros del siglo no siempre son ágiles, las liviandades de
pensamientos pueden ser puntos en donde estancarse. Me preocupan los pájaros,
que aún sin desplegar alas, presumen de enrojecer sus rutas. Es fácil
intoxicarse de falsía, mas nadie juega a los dados con el destino sin dejar de
ser efímero.
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