—El genio —dijo el profesor
Shapira— puede encontrarse enquistado en la abulia intelectual más absoluta,
como una veta de mineral precioso se presenta en una tonelada de rocas.
—Entonces no es genio —replicó
Guilford con ánimo pendenciero—. Para ser considerado “genio”, el ser humano
debe ser capaz de brillar en las más diversas áreas del saber y la creación.
—¡No diga estupideces! He visto a
tipos talentosos para la música, la pintura o el ajedrez que eran unos
soberanos borricos.
A esta altura de los hechos,
interrumpió agitadamente la Profesora Selene.
—Tal vez, profesor, sería bueno
referirse a la genialidad exenta de toda retórica. No quiero ser molesta, pero
la historia reconoce genios de pocas palabras. Pero, como usted sabe, este
mundo asocia retórica con sagacidad, sagacidad con inteligencia, inteligencia
con genialidad y genialidad con brillantez, es decir hay que ser una Luna
genialmente parlanchina en estos tiempos.
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