Soportó
toda la noche en cuclillas agazapada detrás de las gruesas cortinas de su casa
observando cómo los Disgorgolans se arrastraban por el pasillo de su living
hasta la cocina. Su mundo se resumía en la embotada y húmeda respiración sobre
su labio superior y el acrílico movimiento de sus pupilas. Su madre llegaría de
un momento a otro, siempre antes del amanecer, con una ingenua sonrisa y una
docena de facturas de manteca.
Sintió
el sonido de la llave sobre la cerradura. Alcanzó a vislumbrar el paquete que
traía entre sus manos.!Las facturas de manteca! Debo alertar a mi mamá. Los
malditos Disgorgolans seguramente estarán en la cocina. Marilin rápidamente
salió de su escondite, se abalanzó sobre su madre y comenzó a temblar. Ya está
niña- dijo ella, mientras la besaba. Hoy faltó la niñera hija, tuve que pasarte
mis sombras para mantenerte entretenida.
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