Todos los caminos saben de aridez, de regocijos, de
fertilidades, tiempo y destiempo. En las
venas late el río solitario, el bastión final y la flecha que vagan con definido rumbo; no
obstante sus alientos frágiles me recuerdan
lo más sensato de la sangre: sabernos iguales todos los mortales asidos a
dulces o agrios momentos, y nos develamos circunstanciales aún escogiendo como virtud
los mejores puertos. Sin dudas, me siento como el atardecer: me abrevio en rojo a sabiendas de la ventura o
desventura de exhalar mundos cual
gaviota de letras.
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