El asesino salió a las 9:00 de la mañana. Niebla y rocío lo
saludaron con tonos grises y le recordaron su crimen. Por un instante pensó en
la cárcel. Pero casi al toque decidió soñar con los frutos de su delito. Que su
mente viajara al futuro, a la posibilidad cierta de un pasado olvidado, solo un
presente de gloria y oro y pieles sensuales. Era el único portador de tal bien
sobre el planeta Tierra, se sintió un hombre poderoso, casi un semidios.
Desplegó el mapa mental, eligió el Paraíso. Hacia allí fue. Era una isla en
medio de una constelación donde habitaban sirenas y ninfas. Se regodeó con
ellas, después dispersó el semen de sus fantasías en todas direcciones; un
rocío benévolo. No cualquiera en este mundo es capaz de asesinar a la
circunstancia. Luego, sintió el sonido de las llaves del guardia; el verdugo lo
esperaba.
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