Comencé
a silbar mi canción favorita mientras camino cabizbaja, dicen que las damas no
deben silbar, pero la canción comienza con un silbido que no esquivaré. No
quiero persistir en el error de buscar las luces gloriosas de la creación en un
tarro antiguo; sería algo así como esperar el renuevo de la inspiración bajo la
lámpara a kerosene y no estoy dispuesta a ello. Cantaré a la dulzura de la luz
para sostener el fortísimo lazo con las palabras. Creo en las herramientas ,en los
espejos y en el lavoro. Cantar victoria es de palabras muertas y caer en la
trampa de la verticalidad y el poder es celebrar un presidio. Amo la libertad
del error porque es factible que en ese statu quo también encuentre el acierto.
Me gusta la compañía de los ojos que imagino leyendo estas letras, y los ríos
de cauce seco. La emoción se encarga de alimentar los ríos con lágrimas a cuestas, y el sol con su dominio
profundiza en mis tinieblas. Llevo tiempo silbando mi canción favorita, se me
ocurre susurrarla para trocar sus acentos por el vuelo infinito de las palabras. A veces siento el eco de esta
libertad que se paga con soledad, pero, hay un hado poderoso que alienta a mi
corazón para escribir la noche más oscura sobre la faz clara del alma. Cosas
del oficio que no halla el alivio ni aun siendo luz indomable.
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