lunes, 30 de septiembre de 2013

EL OFICIO



Comencé a silbar mi canción favorita mientras camino cabizbaja, dicen que las damas no deben silbar, pero la canción comienza con un silbido que no esquivaré. No quiero persistir en el error de buscar las luces gloriosas de la creación en un tarro antiguo; sería algo así como esperar el renuevo de la inspiración bajo la lámpara a kerosene y no estoy dispuesta a ello. Cantaré a la dulzura de la luz para sostener el fortísimo lazo con las palabras. Creo en las herramientas ,en los espejos y en el lavoro. Cantar victoria es de palabras muertas y caer en la trampa de la verticalidad y el poder es celebrar un presidio. Amo la libertad del error porque es factible que en ese statu quo también encuentre el acierto. Me gusta la compañía de los ojos que imagino leyendo estas letras, y los ríos de cauce seco. La emoción se encarga de alimentar los ríos con  lágrimas a cuestas, y el sol con su dominio profundiza en mis tinieblas. Llevo tiempo silbando mi canción favorita, se me ocurre susurrarla para trocar sus acentos por el vuelo infinito de  las palabras. A veces siento el eco de esta libertad que se paga con soledad, pero, hay un hado poderoso que alienta a mi corazón para escribir la noche más oscura sobre la faz clara del alma. Cosas del oficio que no halla el alivio ni aun siendo luz indomable.

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