Juan Tres Gorrok, guerrero del Clan Pio X, avanzó enfundado
en su armadura hecha de lluvia. Había estado tomando vino, como era costumbre
entre los guerreros del clan. El vino les daba superpoderes. Sumado a la
casi invulnerabilidad que les otorgaba la armadura de lluvia, estos guerreros
eran los mejores de todo el orbe. Juan se veía como un ángel: la armadura
brillaba y sus ojos deseaban muerte. María Arkos, guerrera de los Jupitarianos,
vió como se abrían las cataratas del firmamento. Decidida alistó a sus mejores
hombres. No tomarían la fortaleza Aquilana con un poco de agua. Fue así como
María desplegó las alas hechiceras y en cuestión de segundos todo se transformó
en caos. El aire, la tierra y la lluvia confundieron sus moradas. Pasada la
desazón en el rostro de Juan el bueno, María le susurró en el oído:
- Un buen guerrero no mezcla el vino con el agua, provoca alucinaciones.
Dicho esto se ovilló cual uva y se esfumó.
- Un buen guerrero no mezcla el vino con el agua, provoca alucinaciones.
Dicho esto se ovilló cual uva y se esfumó.
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