Caramba! dijo Kelly fastidiada, mientras escribía en la
pizarra, con tiza indeleble, el principio secular para un nuevo mundo: vive
hoy; amad la naturaleza y a todos sus hijos. Ella provenía de una primitiva
tribu urbana. Hinchó el pecho y mirando de lleno a los alumnos los instó a
escribir derivaciones del principio madre. Mark, un pésimo alumno, a su manera,
volvió a hacer la seña que tanto había incomodado a Kelly. La mujer era una
seguidora a ultranza de los preceptos que había delineado un tal Jiums. El
gesto del discípulo Mark no se condecía con el respeto debido, es más le hacía
retorcer las tripas ese grosero ademán en franca alusión a una proposición de
índole sexual: un círculo formado con el dedo índice y el pulgar mientras con
el dedo índice de la otra mano apuntaba al centro imaginado del círculo. Kelly
expulsó al alumno de la clase y prosiguió como si nada hubiese sucedido. A la
semana siguiente, la mujer fue citada al despacho de Mister Jium. Se preparó
para semejante ocasión con sumo esmero: ropas claras sin excesivos adornos,
cabellos sueltos y calzado bajo. El reconocido filósofo moderno la esperaba
sentado tras un lustroso escritorio, con un simple ademán la invitó a sentarse
en la silla vacía que se hallaba frente a la ventana.
-Missis Kelly, lamento informarle que ha sido usted
despedida.
La mujer no alcanzó a articular palabra cuando el Sr Jium se
explayó diciéndole:
-Mark es mi mejor alumno. Usted osó echarlo de la clase en
el momento de la revelación. En el justo instante en que él le decía que hay
que perforar el centro del Universo con el pensamiento para poder parir un
nuevo mundo.
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