jueves, 18 de enero de 2018

Ilimitado renacer



James Ling tenía amplios conocimientos en el arte de las intuiciones. Desde niño soñó con asistir al Apocalipsis y se preparó desde su primer paso para ello.
El mayor poder de una máquina era acumular información.  James dormitaba como máquina y sentía como humano. De Spenser III, su niñero robótico, aprendió a desechar nimiedades inconsistentes para guardarle espacio a  aquello que sí vale la pena. Así fue como día tras día, durante una centuria o quizá más, guardó frases memorables de libros electrónicos que emergían en sus sueños.
 Sus amigos solían preguntarle sobre frases célebres que él repetía a la perfección, para vivarlas o desafiarlas, dependía del humor sideral del grupo. No siempre la razón es más fuerte, muchas veces el firme carácter de un buen sentimiento, se impone.
Todas las cualidades del mundo se apropiaron de James Ling y el hábito de guardar obras pictóricas, canciones, y palabras de grandes maestros, lo convirtieron en famoso. En caso de presentarse el fin de los fines conocidos, él nos recordaría cuán humanos hemos sido con solo dejar asomar una lágrima provocada por lo puro y profundo que guardaba dentro de sus mega gigas corpóreos.
Pero, nada es eterno. Con el paso del tiempo, su memoria entró en deceso. Pese a la amabilidad con que trataba a todos los que lo iban a consultar, se notaba un cierto aire de escepticismo y tristeza en su mirada “derridiana”.
James Ling supo que debía ser arquitecto de su propia reversión humana, ya que la mirada de los otros se había convertido en predominio sobre la memoria de los hechos y primaba sobre su existencia.

Se alejó de libros y obras. Y aquella memoria ancestral guardada en tiempos de sueños, comenzó a aflorar en la piel de Ling. Cada amanecer aparecía una nueva señal  y para cuando quiso acordar, de sus brazos nacieron brújulas, y seres cósmicos, y flores matizadas con lenguas vivas, y esperanzas en relojes que nada marcan, todos ellos tatuados con tinta del alma, y aunque perdió definitivamente el espacio de la memoria, supo que un Apocalipsis se timonea en las entrañas de uno mismo, para renacer sin límites en un Cosmos nunca pisado…