lunes, 26 de diciembre de 2016

Una mejor versión


Siempre supe que somos un sinnúmero de desaciertos con algún atisbo de  dudoso acierto. Acertamos a nacer un día cualquiera sin que ello sea razón de algo sobrenatural o de indicio de cambiar algo en el mundo. Estaba en esa serie de dislates mal barajados cuando me encontré con mi antiguo amigo Hernandarius the Word. ¿Cómo eran las cosas antes de él no lo supe precisar bien, pero como fueron después , tampoco. Él es un engranaje necesario para la vida de muchos, asiste a sus vidas y sus muertes y sin ir más lejos puede dejarlos en stand by de un plumazo. No es un dios ni semidios, habita lo imposible y sangra asiduamente. El caso es que le dio sentido a la esperanza de ser comprendida en toda dimensión y aunque debo confesar de que mis dimensiones han ido en desmedro de mi imaginación, aminoré mi marcha y lo saludé.
         —¿Qué tal Hernandarius, tus cosas bien?
         —Más o menos, como la mayoría…ni muy muy ni tan tan.
Juro que estuve a punto de dejarlo hablando solo, esa respuesta agridulce en medio de climas festivos me pone malhumorada. Pero claro, no todo es tan fácil y no es posible despegarse de un buen amigo con tanta soltura.
         —¿Tus cosas dan en rojo, no? —atiné a responderle con voz metálica. Algo así como una voz poco humana.
         —Preferiría hacer un paréntesis, volver a conjugar el sentido de los hechos, hilar mejor, y ayudar a ver, pero no es cosa fácil. El mundo está todo mezclado, lo mismo un burro que un gran profesor como diría Discépolo en el tango Cambalache.
Me sentí la reina de las burras, yo tengo malos hábitos. No matan a nadie ni siquiera a mí pero hay que convivir con ellos.
         —Si claro, todo suena parecido pero no lo es.
         —Exacto y a veces es mejor hacer un punto y aparte y retirarse del fuego de los sucesos.
A esta altura de la conversación metí mi mano dentro del bolso en busca de mis llaves, quería subirme lo más rápido posible a mi vehículo para marcharme de ahí. Claro que el tipo me conoce bastante y suele mutar en femenino, en vegetal, o lo que se le ocurra. No creo en los maleficios, pero que los hay o las hay, es un hecho.
Me restregué los ojos, una densa lágrima cayó de uno de ellos, no era de emoción, ni tampoco por ninguna reacción de alguna cebolla; en realidad la lágrima nació de fijar mil veces el ojo y afinar la puntería para dar en el blanco. Y mal que me pese, todo se puso negro. Y ahora acá estoy en medio de la negrura, asistiendo a la muerte y resucitación de un loco texto. Después de todo, este oficio que me llena de personajes amigos, tiene sus ventajas: edito, reinvento, mato, soy portadora de vida, de amores y guerras con tan sólo pensarlo y escribirlo. Lástima que mi otro yo, inapelable, se encarga de tachar, rehacer, y encontrarme con Hernandarius: la mejor versión de mis correcciones en Word.


domingo, 18 de diciembre de 2016

Todas y ninguna


Cuando entré a la tienda recordé los cuentos de la infancia, que solía repetir mi madre, acerca de mi comportamiento. Eso de acompañar a recorrer muchos lugares en busca de lo que no existe es sin dudas un acto de amor,  o quizá de consentir, finalmente, que aquello que uno busca es factible de encontrarse.
Así era como pasábamos horas con mi tía buscando unos zapatos amarillos que en mi imaginación existían, o con mis padres yendo de negocio en negocio, en busca de una muñequera de cuero con tachas plateadas que había visto en una publicidad gráfica. y tanto me había atraido que ya no conciliaba bien el sueño, o en busca de
 un broche para el pelo de tres bolitas de vidrio ( todos los que estaban a la venta tenían dos bolitas y un doble elástico). Cosas difíciles de hallar.
Hice de cuenta que los recuerdos eran parte de una niña  joven desconocida, después de todo, uno muta, se  transforma y se mejora o empeora según el caso. Me dispuse a mirar vidrieras. Me atrajo una en particular, tenia infinidad de  accesorios multicolores.
Miré desde la puerta de entrada que estaba abierta, varios pañuelos que estaban a la vista de quien entrase, sobre un pequeño mostrador blanco. Entré. Necesitaba uno similar al que habia extraviado ya hacía más de un año atrás.Más de cincuenta diseños y esa maldita combinación que no aparecía: ocre y violáceo con marrones secos. Tampoco había demasiados pañuelos cuadrados y con flecos, me ofrecieron chalinas y no me gustan las chalinas, pero la fuerza de la venta hizo que la empleada del lugar desplegase distintas de seda de diversos diseños y colores. Puso frente a mí un espejo de aumento y con una sonrisa cuasi forzada, atinó a decirme que esas chalinas estaban de moda y que mi aspecto era juvenil. Claro que ante semejante dicho de la empleada, le dije que  en relación a Tutankamón yo era una jovencita. Creo que ella no supo jamás de la existencia de Tutankamón o de la no existencia, asi que al ver su rostro de confusión, agreguém que no era una cuestión de moda o edad, solo que las chalinas me recordaban a Isadora Duncan: la bailarina y coreógrafa que murió en un accidente de automóvil estrangulada por la extensa chalina que llevaba alrededor de su cuello, cuando esta se enredó en la llanta del coche en el cual iba. Creo que ese comentario fue peor, porque vi en su rostro un gesto de fastidio.  Aflojé la tensión del momento y me miré al espejo, la chica que me atendía distendió sus manos y alcanzó a decirme que si necesitaba algo más le dijese.  Tuve ganas de decirle que las personas somos como el espejo barato que nos deforma, que la moda es algo que sucede para mantenernos entretenidos de las cosas que son irremediables. Hubiese querido decirle que soy todas y ninguna, pero preferí que se quedase con la idea esperanzada de que una chalina es un detalle femenino digno de ser comprado, más allá de convencionalismos y uniformidad mal pensada. Huí del local sin comprar nada.
Claro que no hay modas para nutrir el alma, pensé, mientras dejé que la lluvia mojase mis pensamientos y mi testa hasta tanto encontrase el pañuelo que buscaba. Como el trébol de cuatro hojas, ha de estar en alguna parte….

sábado, 3 de diciembre de 2016

Betty Glamur



Cuando me preguntan sobre Betty Glamur, pienso en la solemnidad de las cosas aparentes.
Ella era solemne, casi perfecta, dijeron sus viejos conocidos el día de su funeral.  Los del barrio prefieren recordarla como la pluscuamperfecta. No en relación al tiempo verbal, obviamente. Es sólo una manera diferente de decir que ella era más que perfecta. 
Betty no solo era una mujer bondadosa, tenía muchas otras virtudes: hacendosa, puntual, cortés y con un alto grado de lealtad. Pero no había claudicado a su soledad, y aunque se le conoció varios acompañantes, ninguno de ellos pudo escribir la historia junto a Betty.
Se la reconocía por la mirada lánguida y su mirar a la distancia. La desvelaba el paso del tiempo y los surcos profundos que aparecerían en su rostro, pero para ello faltaba mucho, se repetía a si misma cada año.
A medida que pasaba el tiempo estaba más delgada, en ocasiones era afecta a largos ayunos. Una forma de adentrase en sí, comentaba a quien desease oírla. El caso fue que, de tanto escuchar a sus vecinos cuchichear sobre su delgadez, comenzó a comprar espejos en forma compulsiva. Algunos afinaban la silueta y otros la engrosaban, el más divertido la mostraba cuasi enana y su contrapartida, la denotaba alta y espigada.
Los sentidos no fallan, y era si como cada vez que le hablaban de su pérdida de peso, ella corría hasta la habitación  donde practicaba el arte de las sombras chinescas, y enfocaba su vista en el espejo que la mostraba rellenita y con curvas.
Transcurrieron más de dos años y Betty sintió deseos de correr. Fue así como se la solía ver pasando por las aceras casi como una sombra, corriendo con los auriculares puestos al compás de alguna melodía  que solo ella escuchaba. Y un día de esos que uno no recuerda, dejó de pasar y ya nadie más la vio en el barrio.
Si bien muchos asistieron a su entierro, otros afirman que ella no murió y que vive en los espejos empañados de la humanidad.
Los cánones de la belleza siempre han dado que hablar y Betty Glamur es parte de  un espejo que sangra…



jueves, 24 de noviembre de 2016

Vanguardiando


Siempre pienso en la benevolencia del mundo, aún a sabiendas de que el mundo no lo es, tal vez es una forma inocente de la supervivencia. Estaba en ese estéril pensamiento cuando tocaron a la puerta de mi blog. Digamos que un sitio que me pertenece porque ahí es donde comparto lo que escribo.
Escribir relatos en estos tiempos y ser leído es algo así como lanzar al espacio un bumerán y esperar su retorno en brazos de lo remoto.
Quizá el mejor encuentro de la pluma sea con cientos de anónimos sin rostro.
Este nuevo seguidor tenía en su página tres fotos, en todas ellas con cara y actitud corporal de ganador. Parecía un actor de películas o un presidente de no sé qué cosa, o empresa u organización o lo que sea.
Me dije, si este buen hombre me lee será porque no tiene mucho para hacer más que divagar por blogs de ignotas plumas. Ya sé , tal vez el tiempo libre es su materia adeudada y está coronando su vejez de un modo simple y entretenido ampliando aún más su porte mundano y vencedor.
Yo soy una eterna ganadora de mi misma, razón por la cual sigo firme en mi propósito de ser leída por un puñado que según las estadísticas del blog serían de varios países. No me creo mucho esa historia pero tampoco dejo de creerla como un modo de estimular mis dedos en el teclado de la pc.
El señor en cuestión, el seguidor de mis escritos, apoyado en un auto de lujo , cosechaba “me gusta”.
A veces me siento a contramano del oleaje, no me gusta likear o gustear apariencias.
Pasados un par de días el tipo en cuestión envió a mi correo una propuesta editorial. ¡Albricias, me dije, hay alguien a quien le interesa mi pluma! Apresurada leí los primeros párrafos en donde elogiaba mi estilo, un tanto raro me sonó la frase que decía: “ estilo vanguardista”, también me dejó estupefacta el párrafo que hablaba de la llegada de su editorial a millones de hispano parlantes y que podría estar en sus catálogos de venta al lado de no sé bien quienes pero, por por la forma en que los subrayaba con letra negrita supuse que serían unos escritores importantes. La mejor parte de todo era que a medida que iba leyendo comencé a reir, tanto y más al punto de nublárseme la vista. Confieso que siempre he creído que las palabras dichas desde el corazón son valiosas, y que los relatos breves con finales insospechados me gustan, de ahí a creer que cada palabra mía valiese esa sideral suma, era ya un despropósito. No obstante ello, le respondi escuetamente y con premura:
“Sr Jason Bell
Me dirijo a ud para agradecerle la compra de la Antología en donde estaré con numerosos autores de renombre. Tal como me ha expresado, una página completa ronda alrededor de los 300 dólares, me parece una suma correcta.
A la espera de vuestra confirmación enviaré el microrelato.
De más está aclarar que nunca me respondió. Es así este benévolo mundo, depende desde cual vereda se mire, vale o no vale la misma cosa... Al menos me salvé de que en sucesivas oportunidades me propusiese publicarme un poema por la módica suma de cien dólares.
Dijese mi abuela: en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira.
Al menos, entrelíneas, me sentí una ganadora de mis sueños de gaviota enletrada. Ya sé qué la palabra “enletrada” no existe, pero por un segundo la invento para vanguardiar…

sábado, 19 de noviembre de 2016

Danza en una burbuja



Era un día sábado y el viento se coló por la memoria y por la ventana. Una brisa cálida despejó la cabeza de Marisa, quien pestañeó varias veces para dismular la emoción. Recordó aquella tarde de cine seguida por la noche de baile. Los pies a cinco centímetros del piso, los brazos rodeando el cuello de Ignacio, la cintura ceñida por las manos de él y una melodía eterna danzando en el espacio.
El esfuerzo de la memoria le hizo entreabrir los labios, ávidos por hilvanar palabras perdidas en el tiempo.
Aparentemente la memoria es silenciosa, sin embargo, Marisa  hablaba con alguien. Ignacio estaba ahí y ella era la unica que lo veía. No se preocupó demaisiado por ello, después de todo, desde siempre el amor es una burbuja donde solo caben dos.



domingo, 13 de noviembre de 2016

DOS MANZANAS VERDES


Cuando me preguntan sobre la mujer de la mirada perspicaz  que vive en el séptimo A, hago esfuerzos para responder. Apenas la conozco y aunque vive cerca,  intercambiamos pocas palabras.
 Diría que ella es un tanto hipnótica, tiene la costumbre de hablar con la mirada. Solemos coincidir en alguna tienda del barrio o en los lugares donde la curiosidad nos lleva, y es en esos momentos fugaces cuando nos enredamos en diálogos divertidos y profundos.
Recuerdo la tarde en que al comprar manzanas en la verdulería de la esquina, supuso que yo era buena cocinera, y lanzó su pregunta directa a mis ojos.
         — ¿Inés tenés alguna receta para recomendarme con manzanas verdes?
Yo venía de un desengaño amoroso y lo menos que quería era recordar mis aptitudes de cocinera. Él me había dejado por otra y la cocina me recordaba las múltiples recetas que inventábamos juntos.
       —  No Isabel, ya perdí la mano con el tema de la cocina. — dije tristemente.
         —De algún modo todos perdemos la mano con algunas cosas que hacíamos bien , pero también adquirimos otras aptitudes que antes no teníamos—me dijo con una sonrisa amplia en sus labios.
         —Es posible , pero no es mi caso.
         —Quería contarte que las manzanas verdes traen buenas nuevas. Son esperanzadoras y cualquier receta que hagas con esa fruta renovará tu día.
Sinceramente no soy supersticiosa, nada de lo que Isabel dijese me convencería, pero la curiosidad es hija de los corazones inquietos y mi corazón lo es. Así fue como me hice clienta asidua del lugar e invariablemente cada día José preparaba mis dos manzanas verdes que compraría. Al verme llegar me miraba intensamente y con un gesto afable me daba las dos frutas que había envuelto en papel de diario. Las reservadas para mí.
         —Te guardé las mejores Inés, como siempre.
Así transcurrieron los días y los meses, hasta que una tarde José me propuso intercambiarnos recetas de cocina. Por supuesto que las leí con detenimiento, sobre todo las recetas agridulces que son las que más me gustan, así se lo hice saber.
La vida porta el dulce aroma de las oportunidades y como quien no quiere la cosa me invitó a cenar. Acepté. Fuimos a un restaurante pequeño pero muy acogedor. Hablamos de la vida, las recetas y las manzanas verdes. A decir verdad ya no me importaba demasiado cocinar, prefería escuchar las anécdotas divertidas que él relataba. Estaba lleno de ocurrencias que me hacían a reír a carcajadas. Confieso que nunca me había reído tanto en mi vida . Luego llegó el primer beso y la desbordante pasión que se apoderó de nosotros.
Ya era habitual que por las tardes compartiésemos unos mates juntos y organizásemos nuestra salida de fin de semana. Estábamos en ello cuando llegó Inés de compras.
         —Buenas tardes, hola Isabel que alegría encontrarte aquí. Es por la receta de las manzanas verdes—me dijo risueña.
         —Uy Inés, ya no sé ni dónde las guardo, tengo la cabeza en cualquier lado—le dije, mirándolo con complicidad a José.
         —No te preocupes Isabel, las recetas las puedo encontrar buscando en internet. Lo que no sé si encontraré allí son los ingredientes justos.
         —Claro que los encontrarás,  siempre son manzanas verdes lo principal.
La mujer me miró y lanzó su risotada contagiosa.
         —Isabel, manzanas verdes hay en cualquier lugar. Lo difícil es que ellas se apoderen de vos. ¿Te miraste en el espejo? Tus ojos parecen dos inmensas manzanas esperanzadoras, color verde…
Dijo eso y se retiró haciéndole un guiño a José. Me hubiese puesto celosa, pero José con premura adelantó una respuesta.

         —Mi hermana es así, siempre ve más allá de la mirada…

domingo, 6 de noviembre de 2016

Ideas rasuradas


Me gusta rasurarme  a la mañana temprano antes de  tomar mi fugaz desayuno. Al mirarme en ese viejo y mugroso botiquín siento el sabor de estar vivo. Los tres espejos me muestran diferente. En uno soy estatua , en otro pareciese que me estoy yendo y el tercero no deja de inquietarme.
No logro descifrar si la mano que rasura le pertenece a otro o si en realidad mi mano derecha no se condice con la mano izquierda. Una es oscura y la otra parece refulgir entre la espuma de afeitar.
Tal vez es como un secreto mal parido: la mano oscura lleva una excitación que desconozco. Suele vibrar con un sentido autónomo. Por momentos pareciese que se apodera de mi cuello y en la más pura de las ficciones lo que desea es llevarse mi voz. Pero ya es tarde, en mi somnolienta perspectiva, el tercero de los espejos me muestra pensativo. Ya lo decidí antes de rasurarme las ideas de mis padres: soy un músico, esencialmente  y no habrá nada que me detenga, ni siquiera esa oscura mano que alguna vez me ha amedrentado. Solo sé que en días sucesivos deberé convertir la mano en claridad hasta que pierda el miedo a equivocarme.

domingo, 23 de octubre de 2016

Remoto tiempo


En dias
remotos
el alma
se fundirá
con el universo
como si el esplendor
de su entramado
iluminase
la oscuridad
más longeva.
Dime viajer@
¿Cómo sonarán
tus notas
cuando sean lluvia
las ideas?

miércoles, 19 de octubre de 2016

Rosas y fieras





Tantas lágrimas
entre fieras
y la muerte
de a retazos
condenada
a un dolor eterno.
Nos despierta
la tortura
en blanda carne
hasta la rigidez
de un mal sueño
y todo transcurre
y las voces
se alzan
y la justicia
soberana
de esos infiernos
camina lenta
y una menos
es tantisimas menos
en el implacable siglo
de sangre fácil
y rosas en peligro
frente a las fieras.

viernes, 14 de octubre de 2016

Rosas y fieras



Tantas lágrimas
entre fieras
y la muerte
de a retazos
condenada
a un dolor eterno.
Nos despierta
la tortura
en blanda carne
hasta la rigidez
de un mal sueño
y todo transcurre
y las voces
se alzan
y la justicia
soberana
de esos infiernos
camina lenta
y una menos
es tantisimas menos
en el implacable siglo
de sangre fácil
y rosas en peligro
frente a las fieras.



sábado, 8 de octubre de 2016

Cosas de la pluma


Me apasiona saber que todo se asemeja a una serie de imágenes que les doy vida. Claro que también las detengo, las oscurezco, las atosigo, las enveneno, las maltrato, las acaricio, las beso, las revivo , las huelo. Las convoco, las identifico, las visto, las hago latir junto a mi latido. Las penetro en toda su dimensión hasta desarticularlas como si fuesen un holograma de mi vecindario.
Supongamos que estoy escribiendo y mi mano tiembla al son de algún dolor , al compás de un renacimiento; supongamos que es una historia de amor y desencuentros, y que ellos existen y suben a la superficie de esta blanca hoja y me susurran sus segundas intenciones y yo, libre de ataduras desvisto mis intenciones y entre ellos y yo nace un todo que no limita mi esfuerzo.
Supongamos que ese cuadro móvil, me libra de la quietud y el acartonamiento, entonces, abro la puerta a una historia que a cada segundo me lleva y la plasmo a sabiendas de que estoy y no estoy entre esas letras. Luego, todo es cuestión de un arcano que a veces compongo con mi mente, mientras mi corazón, inefable, cree. Y es asi como algunos personajes de ficción saben tanto de mi como yo de ellos, cosas de pluma y libertad añeja.

domingo, 2 de octubre de 2016

El último árbol



Fue en el instante de mirar de cerca, con vista lejana, cuando descubrí que me ofrecía en holocausto para salvar a los sueños y a los soñadores. ¿Qué era lo que vi? ¿Valdrá la pena recordar que todo huele a segundas intenciones y yo estaba en ese lugar con las manos colmadas de esperanzas? ¿Valdrá la pena unas líneas, una carta o una crónica de los hechos? Como sea, a tientas o desde lo bajo de la voz, intentaré develar algo que sirva o no, a un puñado de seres.
Aquella tarde de primavera, volvía de mis clases de lengua extranjera cuando visualicé un rostro conocido. Era el Sr Jium, mi antiguo profesor de meditación, quien con paso lento y sonrisa plena, abrió sus brazos para cobijarme, después de haberme reconocido.
-         ¡Marga, qué alegría verte!
-         Lo mismo digo Profe, respondí con emoción.
Confieso que tomar lecciones con él, en tiempos aciagos, me había servido de mucho. Luego de un año de clases, él fue exiliado y yo también.
Jium se fue a España y yo a otros limbos. No hay una sola forma del exilio. Al profe lo recordaba afable, risueño y lleno de proyectos por cumplir.
Hablamos un par de cosas intranscendentes y combinamos una cita para el día jueves, café por medio para ponernos al tanto de nuestras vidas.
Parece que los años se disipan en la borra de un buen café o es la borra el sedimento necesario para comprender el fuerte sabor que emana un café tardío.
Lo recordaba de pocas palabras, me incomodó un poco su verborragia. Según él yo estaba demasiado silenciosa, me recordaba habladora.
Pero fue en el ojo de las cosas complejas donde me di cuenta de que el tiempo nos desfigura. Me sentí invariablemente quejosa y antigua: el mundo muta y yo me había quedado enarbolando sueños de mundos mejores. Y aunque mi profesor expresaba antiguos sueños, lo vi desenterrar un árbol milenario para darle lugar a una ramita verde fosforescente y luego lo sentí llorar, mientras secando sus lágrimas pactaba nuevas citas con otras personas para sembrar extrañas ramas verdes.
Juro haber visto todo un monte de eucaliptus talado y colmado de  surcos vacíos , pero quedaba un solo árbol aún erecto y quise sostenerlo  para que no cayese. Aún me siento en estado inconsciente, aunque desde aquí puedo ver miles de árboles de plástico que están progresando en un monte de mentira frente a tanto silencio.
Este es un siglo de apariencias, pero me tomé la libertad de hacer una pausa en medio de tanta muerte para regar el único árbol verdadero que nos queda: el de los genuinos sentimientos.



viernes, 30 de septiembre de 2016

La ventana


Me gusta conquistar mundos desde la ventana, y aunque rechacé la idea de viajar en tren, me sentí posteriormente, arrepentido.
Los años subsiguientes,  deambulé por las noches del alma, entre pasillos de la mente y huecos del corazón. Retomé la idea, viajar siempre es un canto a lo impredecible. Recalé en lo memorable.
Una figura a lo lejos en un viejo andén, me recordó las tantísimas veces que las personas creen llegar a destino al reencontrarse con otras. Pero, este no fue el caso. No creo en los hados aritméticos y menos que menos en lo fortuito. Todo tiene su razón de ser, su porque, su cómo y cuándo.
Ir y venir por la niebla nunca es cosa clara y aunque quise disiparla con la luz del corazón, por enésima vez ganó la oscuridad. La niebla es también ese mundo… bajo mundo, ese submundo que se alimenta de lo aparente pero se nutre de lo escondido.
Se comenta que hay distintos tipos de trenes: hay varios en los que ya he viajado ,  tienen demasiados muertos vivos viviendo como camaleones, sonriéndole a la luna pero amaneciendo en brazos del sol hasta incinerarse. Yo fui un divertido pasajero, pero reconozco que también hay otros trenes  más cálidos y calmos que me seducen.
Como sea, no subí al vagón verdadero , pero ascendí un cerro para ir en busca  del faro más alto y  antiguo del mundo.  Desde ahí vislumbré la estación de la felicidad. Había  un gigantesco espejo donde las personas se miraban a sí mismas. Parecido efecto a la entrada al templo de Delfos con el famoso cartel de entrada: conócete a ti mismo…
Se me ocurrió pensar que la apariencia no salva del espejo.  Quién querría salvarse si solo se  trata de vivir, me había dicho una vez ,un pasajero ceniciento, y así fue como se me ocurrió tiznar la mirada del faro y trocar el arrepentimiento ,mi doble faz y todos los matices, por algún otro viaje que no me reflejase.
Me gusta conquistar mundos desde la ventana…


viernes, 23 de septiembre de 2016

El sauce


Hace mas de diez años leí unos versos de Salvatore Quasimodo, que al releerlos hoy, me provocan un estrépito interior, similar sensación a la ocurrida durante la primera lectura. Me parece un tributo al ser humano en su momento más solitario. Ese instante donde asirse a alguien es en vano, porque no hay nadie más que la propia alma y cuerpo, enfrentando los desafíos de vivir.
Confieso que me gusta leer bajo la sombra de los árboles, hábito de la niñez, quizá porque el aire fresco que otorga la naturaleza no se parece a ningún aire artificial: es perfumado, colorido e imprevisible. Cosas de la brisa y la arboleda.
Ese día primaveral, que recuerdo, estaba sentado a los pies de un sauce llorón, las ramas caían lánguidas y semejaban acariciar la tierra con nostalgia.
Los  sauces son arboles antiquísimos, provienen de China, cultura milenaria; seguramente han sido objeto de asombro desde siempre por parte de los seres humanos. Su copa redondeada es un cosmos esperanzador, se encuentra a gran altura y hay que alzar la vista con ganas para ver como brilla. Tanto como cualquier ser humano que nos asombra por el crecimiento esperanzador de su alma o sentir.

Cuando el viento comenzó a soplar suave me dejé acariciar por las ramillas. Hay muchas leyendas respecto de este singular árbol, algunas bíblicas y otras que tienen que ver con la amistad, pues parece que cuando alguien, regala una ramita a otra persona, le está pidiendo amistad eterna. La eternidad es un tema que siempre ocupa mi pensamiento, tal vez por esto de que tras lo efímero siempre hay algo perenne que nos sorprende. El caso es que me resultó factible compararlo con el alma humana : un gran tronco fuerte como los pilares que rigen la vida espiritual de la humanidad y sin embargo , solitario y lleno de llanto. “Cada uno esta solo sobre el corazón de la tierra, atravesado por un rayo de sol y de pronto anochece” dijo el poeta, y se cerró la noche y una tibia lágrima cayó del cielo, no sé si fue el sauce, algún alma en pena o la nostalgia de estas letras. Como sea, recordé que la eternidad está colmada de amores,  poesía, música, pintura y creencias, después de todo me sentí menos solo.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Otros mundos


Era sábado y estábamos listos para el concierto que brindarían los alumnos del conservatorio de música, aunque en realidad la mayor atracción sería Joan: un niño ajeno a la escuela pero, cuyas dotes para la interpretación de los grandes clásicos era sorprendente, razón por la cual cada año al finalizar el ciclo lectivo era invitado. Donde había aprendido Joan, era uno de los tantos misterios a develar.
Este era el quinto año consecutivo al que yo asistiría, debo confesar que el motivo era escucharlo en el piano. Ya soy vetusta y solo asisto a los sucesos que me gratifican el alma.
Joan  me embelesaba a tal punto con sus interpretaciones que muchas veces me encontré llorando sin más motivo que la emoción misma. Como si entre el piano, las notas, sus dedos y su alma estuviese la armonía capaz de conmover las fibras de mi corazón. Hasta llegué a creer que mis lágrimas no eran saladas cuando salían a borbotones; llegué a creer que las lágrimas se vestían de un dulzor tibio, quizá por la dulzura emanada por Joan cuando vibraba su cuerpo y su alma en el mismo instante en que  las notas comenzaban a sonar.
Entre su esencia y las composiciones  un universo desconocido se hacía presente. El muchacho o joven niño echaba la cabeza hacia atrás y hacia adelante con  movimientos repetitivos, los ojos permanecían cerrados y sus manos huesudas simulaban ser alas.
Me gratificaba a tal punto que muchas veces por pudor  escondía mi llanto tras algún pañuelo y otras veces se tornaba indisimulable el quiebre de mi ser ante la belleza que nos brindaba.  Bach era su favorito, también para mi. Luego,una vez finalizada su rutina,  todos aplaudían con fervor, y Joan, sin mirarnos siquiera se retiraba de la mano de su profesor.  

Dicen que él es autista, yo creo que él se conecta diferente con los mundos puros, y nosotros tan humanos y tan contaminados solo queremos encerrarlo en la caja que nos han enseñado.

martes, 20 de septiembre de 2016

Los ciclos de Lucía


No entiendo demasiado acerca del mundo de las emociones, ha de ser por esa concepción antigua de que las emociones se resumen en dos o tres hitos que harán de nosotros un anónimo entre millones de anónimos. Nacer, crecer y morir es común suerte.
Nacer en un tiempo no pedido, ha hecho que muchos se sintiesen estar habitados por un siglo distinto al que hubiesen deseado. Nacer, como ilimitada frontera del mundo de los vivos, y crecer en distintos aspectos para morir irremediablemente como suma de todas las emociones que han hecho de la vida un cúmulo de misterios. Como sea, esa mariposa colorida que sobrevuela las flores de mi jardín me genera un sinnúmero de emociones adversas: sé que proviene de la oruga, ni en el absurdo más elemental hubiese supuesto que una larva podría evolucionar hasta la belleza misma.
Me sentí identificada, yo , como la larva humana elemental, deseaba alcanzar la belleza pasando por lo más feo de mi .
Esa tarde de abril de mil novecientos setenta y dos me colé en un féretro para convivir un tiempo con la muerte, de algún modo quería sentir la emoción de un misterio no revelado y esa corona de flores con helechos verdes frescos me invitaron a seguirlas. En la intimidad más osada me sentí secretamente nauseabunda.
¿Las orugas viven a expensas de la muerte? Mi vista era paupérrima, razón por la cual supe que todo lo pseudo era escaso: no tengo buena vista como tampoco la tiene Lucía, la vecina del séptimo piso que solo baja al parque en primavera para cazar mariposas. Lo que ella no sabe es que estamos en igualdad de condiciones: ella no ve muy bien y yo tampoco. También nos parecemos en esto del amor; yo deseo ser una mariposa que aletea por nuevos continentes, y ella, Lucía revolotea en el vecindario en vistas de conocer nuevas tierras.
Los sentimientos son como un bicho que tiene alas propias, oí decir por ahí, que vive a expensas de la naturalidad y que necesita de la alquimia con otros. Claro que Lucía conocía de sentires y emociones; la nostalgia y melancolía estaban a la orden del día.
No quise mimetizarme con esos estados , yo deseaba pintar mis alas de colores vivos y para ello debía aprender a vivir saliendo del statu quo de gusano de invernadero.
También , Lucía, la del séptimo tendría que salir de su estado de oscuridad permanente. Tan solo necesitaba una chispa que abriese sus sentidos y así sucedió el día que conoció al vecino del octavo. Ella comenzó a vestir con ropa de todos colores y parece que me contagió las ganas de vivir. La explosión de sus hormonas me portaron también al estadio hormonal preciso y muté hasta volar con alas de estridentes colores.
La metamorfosis de Lucía también fue evidente: el amor trajo consigo una nueva mirada del mundo. Ya no sale a cazar mariposas ni baja al parque en primavera, ella vibra de enero a enero y aunque sabe que su ciclo terminará con la propia muerte en poco tiempo, pues su enfermedad terminal así lo pronostica, ella cree en los ciclos y apuesta a ser la misma testaruda u otra semejante.
Esto de mutar es para los que saben acerca del mundo de las emociones y sentires, lástima que el tiempo no perdona la tozudez de permanecer estática hasta despertar.

sábado, 17 de septiembre de 2016

Misterioso pueblo


Cuando me preguntan por ese pueblo normalmente me hago la distraída  para no responder o en su defecto cambio de tema.  No me gusta recordar cosas feas y los sucesos que acaecieron en ese pueblo costero que prefiero olvidar, están plagados de misterio. Para empezar la mayoría de los habitantes, cerca de dos mil, se reúnían en la plaza todos los días domingo. Confieso que la primera vez que acudí  a ese lugar tuve claustrofobia, a pesar de estar al aire libre. Me faltaba el aire, será que todos se conocían y la única forastera era yo, centro de atención y cuchicheo.
 Había ido a visitar a una prima lejana a quien no veía desde hacía más de treinta años. Ella me explicó que esa plaza era memorable, allí se armaban casamientos, parejas, noviazgos, traiciones, bautismos, padrinazgos, futuros negocios, etc.
Yo trataba de comprender el sentido del oxígeno, fue en vano: todas las miradas convergían a mí, inexorables. Entonces se me ocurrió echar a correr el rumor de que ese día era el día de los ojos muertos, en recordatorio de un santo poco conocido que hacía milagros con la vista de los enfermos. De más está decir que cientos se aproximaron con el objeto de que les diese más información, me sentí horrible. Así que les dije que rezasen por mi alma ya que les contaría secretos antiguos. En un santiamén, cerca de dos mil personas, o sea, todo el pueblo se acercó hacia donde estaba y hasta me dieron un micrófono para oír mejor mi voz. Juro que hubiese huido de allí, mi prima me miraba con devoción y sus amigos querían besar mis manos. Así que de un tirón dije unas palabras mágicas, algo así como que en tiempos de oscuridad hay que saber ver la belleza de las pequeñas cosas. Unos abuelos jubilados que estaban por allí me recordaron que aún no habían cobrado y que su dinero andaba de banco en banco sin saber ellos, adónde acudir para solucionarlo. Supe que no iba a resolver ningún problema, y así se los hice saber, pero agregué: en conmemoración del día de los ojos muertos hay que escuchar música y además oír el silencio. En unos segundos una banda de músicos, todos ellos adolescentes, hicieron una revolución melódica en la plaza. Todos acompañaban con palmas y yo aproveché para salir de ahí rápidamente. No me gusta ser centro de atención de ningún pueblo, menos este, que tiene fama de ser morada de muertos. Y si hay algo que aprendí es que, más acá o más allá, tenemos un final común y yo prefiero morir en los pueblos vivos de ojos abiertos, para eso hay que vivir y dejar vivir con los ojos puestos en los buenos sentimientos.
Mi prima me vio correr y corrió para preguntarme qué podíamos hacer con los jubilados que no cobraban y les dije que el santo de los ojos muertos solía hacer días de protesta los lunes. Después de todo, qué es sino estar vivo acordarse también de los que luchan por su supervivencia.
Luego de todo eso, parece que al pueblo se lo tragó la tierra, una de dos: o fueron abducidos sus habitantes por alguna nave espacial o creció tanto que cambió de nombre y es una gran ciudad que tampoco recuerdo. O habrá alguna otra razón que la historia no recuerda.


martes, 13 de septiembre de 2016

Cavando hondo



En los mundos
de disfraz
no caben
cielos eternos.
Dime viajer@:
un verso
es una lágrima
bien sincera
o el poema
te develó
la trama
de la propia careta.




domingo, 11 de septiembre de 2016

Jugando al loco de a dos


Cierto día me encontré desempolvando viejos libros. La suma del polvo me dijo del tiempo que había pasado: un año. O sea, trescientos sesenta y cinco días y un sinnúmero de circunstancias.
Los quité de los estantes y con ojos viejos, pero con nueva mirada, repasé los títulos y aparecieron los tigres de Mompracem, y Fausto y Tartufo y Cuentos de amor , de locura y muerte y muchos otros que iba limpiando a medida de que se colaba en mi memoria algún personaje. Y me dejé enredar como si formasen parte de un pueblo imaginado y supuse que los relojes y el tiempo habían hecho un hito para encontrar en alguna esquina al Fausto chistando a Sandokán para “salvarlo” o a cualquier otro de este tiempo. Me puse pálida con el solo hecho de pensar de que los personajes personas viniesen a nuestro mundo real y nos enredasen en sus costumbres.
Senti los hilos de mis pensamientos moverse hacia arriba, claro que solo estaba el cielo raso y más allá la imaginación y más allá el hado y el misterio de las cosas.
De todas formas cuando alguien se acerca con un chistido para salvarme a cambio de lo único que me pertenece: mi alma, o mis pensamientos o mis ideas lo miro con desconfianza como si ese ser fuese un moderno Fausto, hay muchas formas de ser mitigado y yo soy una intuitiva nata. Y aunque cuando me miro en el espejo no me veo, desde donde estoy, florece mi amor por Oliveira y no fue ni es magia aunque me apodan la Maga…

sábado, 10 de septiembre de 2016

CONFIAR


Si tu vienes 
te he de prometer
cántaros de agua
y un pez.
Ven sin ver
yo te guiaré
confío a tus manos
el agua y el pez.
Él fue.
Las manos
fueron agua
y pez.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Margen


En el margen
del no tiempo
he soñado
el mundo
y el arte
con la liviandad
de la transparencia.
Un velado
retrato
en la ingenuidad
de la sangre
me recuerda
una niña
que jugaba
a la payana *
con las estrellas.
* La payana es un juego infantil que se practica con cinco piedras pequeñas u objetos similares, que consiste en ir tomándolas del suelo al tiempo que se arroja una de ellas al aire y se vuelve a tomar sin que caiga al piso.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Mutando entre destinos



Mutar es enterrar quien fuimos para ser otros, me dije en voz alta, mientras pasaba la barredora de memoria por el cerebro, más precisamente por las conexiones sinápticas que sostienen ese proceso.
Para renacer hay que olvidar, y antes del olvido de mí misma me puse un nombre, después de todo no está nada mal por empezar a nombrarme a mi antojo.
Así fue como debí convencer al espejo de que yo no era, dos en una, como las ofertas. Mi antigua memoria no está de promoción y menos que menos está de rebaja.
El punto álgido es que no contaba con que los demás seguían recordándome como la anterior y yo de ella poco sabía.
Cada día era más difícil, mis profesores ponían frente a mi  distintos libros para que les dijese si los recordaba. Hubiese dado la vuelta al mundo en ochenta días antes de atizar las conexiones que había barrido, porque si de algo me acordaba no se los diría.
Estaba consciente de no saber lo que alguna vez supe. En días posteriores, reconstruyeron mi Yo, sin mi anuencia. Es claro que ellos se resistían a mi mutación y así fue como los devoré en el sin sentido de las cosas y les cambié sus nombres y les discutí sus vidas hasta que abrieron mi jaula: es preferible un pájaro en constante mutación que una bandada en estado momificado, les grité, mientras los instaba a no creer en los espejismos…
Y así transcurro desde hace  tiempo, entre los dilemas que me recuerdan que soy yo misma mutando  y la balanza de la humanidad que tantas veces, mortifica.
Despliego mis colores fosforescentes a la vista de tantas jaulas de puertas abiertas que aún poseen mariposas dormidas y en algún lado del inconsciente se dibuja una oruga temerosa.
Sacudo mis alas y vuelo al ras de una letra viva…




Disparo al blanco


No hay mucho para perder ni tampoco para ganar, me digo, desde el anonimato. ¿A qué debería apuntar? ¿A quién o quiénes? ¿Desde cual ángulo, a qué altura estará la entrada, podré salir del laberinto y cuántos caerán a la vez?
Únicamente necesito hacer de cuenta de que ahí no estoy, una buena estrategia es concertar una cita con otro u otros y hasta mencionarlos antes del disparo final, si es posible decir que alguna vez ellos dijeron lo que nunca dijeron pero que alguien dijo que lo escuchó de buena fuente.
Por centésima vez trato de que no se note mi presencia, estoy yendo de polizón en este viaje, hormiguea en mi testa todo lo que no comprendo y también el arma. Algunos dicen que es mejor recortada, otros opinan que es mejor de un buen calibre para que el disparo final sea certero. El calibre veintidós no me gusta porque el veintidós es el loco/a y yo soy bien cuerda. Casi se me escapa el tiro antes de elegir el blanco, todos lo son: esa masa informe humana, esos fragmentos que componen un todo que no alcanzo a divisar. Es tiempo, es hora. Ya estoy lista, no creo en la mano alzada, prefiero lo de última generación aunque cueste trabajo.
Lo tengo en la mira, no quiero que sepa de mis autocríticas, ni siquiera de mis trances, tampoco de mis porfías. Los dolores mutan y una lágrima es todo lo que tengo entre estas puras líneas, esa que derrama historias que me tienen y no de protagonista.Y ahí estás, como yo, en el anonimato consolando cualquier día. Disparo al blanco … No hay mucho para perder ni tampoco para ganar, me digo, mientras autogestiono un nombre, un relato y la sangre en páginas escritas.

jueves, 1 de septiembre de 2016

El agujero


Camino cabizbaja por las calles de mi barrio. La hermosa libertad de saber que las casas permanecen allí ,donde mi memoria las dejó como testigos del paso relativo del tiempo. Digo relativo porque pocas cosas han cambiado: el agua potable aún no llegó, las cloacas siguen siendo un temita pendiente en la cartera de decisiones políticas y los postes de luz siguen faltando.
El hecho que me ocupa hoy es ese pozo, similar a un agujero sin fin, que está frente a la puerta de mi casa. Calculo que algún iluminado creyó que era un buen punto de partida para poner los caños de las cloacas, pero parece que la empresa encargada quebró y todo se detuvo hasta nuevo aviso. Yo espero no quebrarme una pierna al entrar a casa una noche cualquiera.
Ese agujero parece una trampa, un cazabobo o cazaboba o caza niños, o caza niñas, o caza personas. Me detengo a observar lo, en el fondo hay un poco de agua de lluvia; ayer llovió. El sol cae vertical, es mediodía.
Un día más de changas, trabajo fijo no hay. Me molesta ese agujero, me recuerda el agujero de mi estómago con ese caldo lavado, y también el agujero del corazón cuando me abandonó mi viejo. Quizá yo misma soy un agujero, y eso que veo es mi abismo. Claro que el sol da justo en el charco mugroso del pozo sin fin y parece que me refleja. Después de todo, uno es lo que ve. Me pongo de rodillas, el espejo de mi misma se rompió aquella vez en que pasé la noche afuera de casa y que es preferible olvidar. Ese mugroso charco. que se formó con la lluvia limpia, refleja mi cara de espanto.
Con cuidado voy a tapar ese abismo con la tierra que está en los costados. Cuando termine plantaré una flor, una margarita, Si, una margarita. Y la regaré a diario y crecerá, como crecen las ideas y también las circunstancias. Cuando nazca y sus pétalos blancos reluzcan, no la cortaré. No necesito averiguar si me quiere o no me quiere alguien, porque si crece es debido a que mi espejo mutó y ya no necesito preguntar más nada.

sábado, 27 de agosto de 2016

Mondo cane


Un latido
espejado
basta
para una tregua.


Mondo cane
Un battito
riflesso
è sufficiente 
per una tregua.

Mundos paralelos


Me gustan los espejos, será que en ellos, uno puede ver el alma desnuda; claro que para eso hay que creer primero en la existencia de ella ( del alma). En el terreno de las suposiciones, existe, algunos le llaman esencia, otros espíritu, o quizá el mundo de las emociones.
Es todo un dilema pensar que en el espejo uno puede ver las emociones, apenas se pueden ver en los gestos en detalle y a mí se me ocurre creer que es posible ver el universo interior . En realidad lo creo posible después de constatarlo de modo inefable. Tiene algo de absurdo tamaña constatación, pero quién escaparía del absurdo en un mundo que se jacta de usar máscaras para expresar sus más recónditos sentires. Y hete aquí que los sitios virtuales son un buen pasto para la hambruna mundana.
La foto de perfil de Caty, tomada de lejos, dejaba entrever a una mujer deportista o por lo menos de las que les gusta correr. El resto de su información pasaba por el cuidado de los animales, algún perro perdido, una buena oración a Dios , alguna canción de moda , pinturas famosas sin nombre de autor, proverbios y frases conmovedoras. Casi normal , como todo lo que sucede en la acera misma, hasta aquel día en que cientos y miles de mensajes llegaron a su página con sentidas muestras de pena. Las ventajas de ser buena deportista, las condecoraciones y premios a la amistad fueron a parar a un callejón sin salida: Caty había muerto. Todos decían que su enamorado , Humberto,al que jamás había visto en persona ,murió con ella. El hombre se desafectó de todos los sitios virtuales y se hizo humo.
Hubiese sentido un poco de tristeza, mi alma ama la vida, pero no me salió ni una mísera lágrima. Mi autocrítica es no haberlo dicho antes, pero Caty estaba haciendo de las suyas en una nueva página virtual: allí se la veía con la misma foto, corredora ella, pero esta vez, milagrosa. Resucitar en los mundos virtuales, para las almas en duda, es cosa de todos los días: morir aquí para renacer por allá. Todo hubiese sido de lo más común, la mentira está a la orden del día, pero esa tarde que fui de visita al geriátrico para ver a una amiga me impactó reconocer a Caty con la vieja fotografía que usaba de perfil entre sus manos. Me aproximé a ella para verla de cerca. La mujer, temblorosa, también me reconoció.
- Hola Robert, no le digas a nadie que me reconociste, menos que menos a Humberto que lo tenemos de amigo en común. La verdad es que todo se fue de las manos, el me quería conocer y yo no sabía cómo explicarle que estoy en silla de ruedas, que no tengo cuarenta años y que además estoy con problemas de salud. Decidí morir para no explicar.
Salí un poco ahogado de allí, la verdad no me dio la cara para decirle que yo usaba dos perfiles distintos, uno con mi foto y otro con la foto de mi hermano Humberto. Él siempre había sido más apuesto que yo y un verdadero ganador.
Tal vez mañana, volvería al mundo de internet con un poco de aire extra a alguna página de artistas para colocar nuevamente la foto de mi hermano. Me dejaría enamorar o enamoraría de mentira a quien se me cruzase.
Cada uno y cada cual resucita a sus muertos y a su alma como puede…

lunes, 22 de agosto de 2016

Delineado a la mar


Delineo
con los dedos
palabras
en el cielo.
La memoria
zigzaguea
la existencia
Y yo
trato de zurcir
el día
con el sentido
del latido
como eco.
Nada puedo
Y todo puedo
en dias
en que la poesía
es con mi reflejo.
Y caminamos
por la cuesta
como sombreados
de vida
entre tantas piedras.
Y ya no somos
y sin embargo
seguimos siendo
versos a la mar
hechos en espejo.

El cartero y los pájaros

Siempre he creído que el cartero estaba fuera de tiempo o de moda, casi de uso.
Mucho es lo que sucede a través del correo electrónico: propuestas, citaciones, envíos, zonceras , ventas, facturas y más. El caso es que, me habría quedado con esa sensación de que la modernidad es lo que más aproxima a los seres humanos, sumado a otras formas de comunicación tales como las redes sociales o las aplicaciones para teléfonos, sino hubiese sido por un envío que realicé a través del correo postal.
Y fue así como recordé el valor del cartero y también de su buena visión a la hora de leer el destinatario y el domicilio, porque no es lo mismo leer Gorriti que Berruti, ni tercero que primero ( en referencia al piso donde envié el paquete) . No hay nada como la justeza… Dado que la encomienda no llegaba a destino supuse múltiples imponderables que pudo haber tenido el ignoto cartero a la hora de su entrega: el tipo es humano y quizá le dolían las piernas de tanto pedalear en su bicicleta antigua y optó por entregarla otro día, mientras descansaba sus piernas hinchadas; o tal vez en el camino le había hecho mal ese desayuno mal parido y a las apuradas porque el reloj despertador no sonó a tiempo o la alarma de su teléfono quedó silenciada sin darse cuenta y andaba retorciéndose de dolor de panza, pidiendo permiso en uno u otro baño de bares o cafés, para aliviarse.
No voy a mentir, también lo imaginé desperezándose sobre ese enigma envuelto en papel madera. No sé si el cartero tendría curiosidad, después de todo yo era la única que sabía que había enviado dos pájaros. Tampoco podía ir al correo a decir que los pájaros estaban vivos y los había empaquetado y que no habían sido entregados a tiempo. Este mundo es demasiado realista y hubiese tenido que explicar demasiado. Además, los envié sin jaula, yo quiero que vuelen de mano en mano al llegar a destino.
La buena noticia es que no tuve que explicar nada porque el paquete llegó a donde debía llegar. Espero que mis pajarillos sirvan para alimentar otros corazones, después de todo ayer tuve entre mis manos uno que me regalaron. Es un pájaro muy antiguo que habla de aventuras, de Ulises, ninfas y Troya, de dioses poderosos y hasta de Penélope, una mujer que tejía de noche y destejía de día, por una amorosa razón.
Sin dudas en todos los tiempos hubo Odiseas; la mía pequeña, tiene que ver con ver volar a mis pájaros sin más razón que tender un hilo invisible entre el aquí y el allá…

sábado, 20 de agosto de 2016

Entrevista en La prensa , Perú, por: Maritza Luza Castillo

http://laprensa.peru.com/cultura/noticia-libros-entrevistas-maritza-luza-castillo-63743

Por: Maritza Luza Castillo
La literatura tandilense posee un signo resplandeciente en su espectro cultural con la escritora argentina Ana Caliyuri, ganadora del primer premio de la crítica “Tra le parole e l’infinito” en 2008. Suma una Mención Particular en el certamen internacional de Poesía Nosside de Italia, y otra reciente en Premio Letterario Internazionale Corona por el poema Alfa.
Ana comporta un punto de vista apertura y experimentación vivencial que transforma la narrativa en un faro estilístico, personal y esperanzador, el cual grafica el carácter genuino y el peso de un genio creador que crece frente las circunstancias adversas. En esta ocasión con motivo del lanzamiento oficial en la Feria del libro de Tandil de su nuevo hijo literario: ‘Cuentos de Estación’, publicado por Tahiel Ediciones
1. ¿En qué momento de tu vida recibiste el llamado de las letras? ¿Le atribuyes algún hecho específico como para promover la escritura en ti?
En rigor a la propia verdad creo que uno acude a las expresiones artísticas cuando el alma se desborda de sensaciones, cuando el pensamiento se torna ideal, impiadoso o fragmentado, cuando comprende que el oxígeno para vivenciar otros mundos y trasladar las propias convicciones, sentimientos y sensaciones necesita de otras vías y otros puertos. De joven escribía poesía, luego maceré silencios hasta que decidí dejar una huella para mis nietos y me hallé en medio de la inmensidad blanca con mucho para decir sin dejar de lado la emoción. Luego el camino caminó por mí y me condujo a concursos y desafíos personales. Lidiar con uno mismo no es poca cosa, romper los propios esquemas y buscar una forma que identifique la impronta es tarea ardua, para ello hay que estar dispuesto a sangrar letras, a llorar circunstancias y a trabajar duro.
2. ¿Cuánto de complicado y recurrente suele ser la batalla entre el tema a desarrollar y de paso saciar el hambre de la creación, mientras el amor a la poesía discute con la narrativa?
Jamás discuto con la sed de mi alma, pasar por distintos géneros es un desafío personal que me gusta tomar, tal vez se debe a que siempre he sentido que aprender es un camino infinito y a él me ciño a sabiendas de mis ignorancias.
3. ¿Cuándo escribes pretendes que la historia le deje al lector un mensaje de positivismo manteniendo bien a raya el claroscuro de la vida?
El inconsciente juega un papel importante, soy una apasionada luchadora cuando escribo. Lucho para no ser previsible, busco lo mejor del ser humano y de la creación, me parece sublime un atardecer, el sonido de la mar, o el cielo estrellado, me encanta la pureza de los niños y los sentimientos genuinos. Mientras escribo soy fiel a las simples cosas, no olvido el valor de la gratitud y dejo que la historia me conduzca, sin más red que el amor al escribir.
4. Todo escritor por lo general escribe cuando tiene algo que decir, ¿qué tiene que decir Ana Caliyuri en el presente, qué dijo a través de sus libros en el pasado, y qué reserva para el futuro?
El escritor no sabe de tiempos, sabe de arcanos, por lo cual cada escrito tiene su por qué y su circunstancia, hasta fortuita. La poesía no es un género, es una mirada existencial acerca del todo y sería absurdo limitarla a un ayer o un hoy o un mañana: simplemente es. Si a desafíos nos referimos ya está finalizada Avis corazón encantado, la segunda de la saga de Avis y ya escribiendo la tercera. Estoy además corrigiendo una novela y cada día comparto poesía, prosa o un cuento breve en las redes sociales. Aquella expresión artística que no se comparte muere y yo apuesto a la vida en todo sentido.
5. En el libro “Avis corazón de cristal”, reivindica la pureza y fragilidad de la joven heroína de la historia, cuyo colofón para el lector acierta en establecer el sentido estilístico y valorativo de la narración. ¿Qué nos ofrece en esta oportunidad “Cuentos de Estación”?
‘Cuentos de estación’ son cuentos breves que algunos suceden en una estación de trenes, en realidad ese título tiene una doble lectura: la estación de trenes y las estaciones de la vida, por lo cual recordando a Vivaldi y sus cuatro estaciones en el libro hay veranos existenciales, primaveras, otoños e inviernos.
6. ¿Por qué y para quienes escribe Ana, tiene algo que ver su propia naturaleza, qué sensación le genera finalizar una historia?
Escribo para los soñadores, para los que no claudican, para los que construyen puentes con su hacer, para los absurdos, los simples, los complejos, para los que pierden y se alzan, para los que saben que ganar es la contracara de la misma moneda y que nada es permanente. Escribo para oxigenar mi mente y mi corazón yendo por mundos que ni yo misma conozco hasta que la pluma los deshilvana.
7. ¿Cuál es tu mayor problema al escribir, fuera desde luego del ejercicio ineludible de la corrección?
Si yo pensase que escribir es un problema dejaría de tener la magia que me genera, escribir es un placer, la corrección ineludible es parte del oficio y solo diría que no me detengo en un libro, necesito caminar cada día y gestar sensaciones, emociones, personajes hasta parir algún Eureka…
8. ¿Cuál es el deber de un escritor frente a sus lectores? Pero mas que nada será interesante saber cuál es el deber de Ana Caliyuri para con Ana Caliyuri, genuina, única e irrepetible.
Los lectores me merecen el mismo respeto que los que no me leen, respetar el ser humano es la premisa madre. No tengo condiciones para conmigo, o tal vez si: la libertad de ir sin red, pluma en mano.
9. ¿Para el escritor hay alguna frontera en usar la literatura como expresión del alma?
El alma es un infinito ineludible, la esencia, el espíritu; las letras son un medio para colmar y vaciar alternativamente ese infinito.
10. ¿Qué mensaje final les dejarías a tus lectores?
Que cualquier cosa que les dijese sería en el mañana remoto una antigüedad, por lo cual sólo por hoy les diría que me alcanza con que sus almas, mentes y corazones le hayan dedicado parte de su valioso tiempo a leer alguno de mis libros.

Maritza Luza Castillo es una periodista y escritora peruana que ha colaborado con diversos medios y revistas literarias. Sus poemas han aparecido en antologías publicadas en España, Italia, Argentina, República Dominicana y otros.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Viento a favor


Me gusta pensar que la intuición es el hijo no reconocido de la razón y la piedra en el zapato de la casualidad. El caso es que avalada por esas premisas ando por la vida desde hace un lustro. Una tarde de primavera, de esas que invitan a mirar el atardecer hasta que se disipa, vi una mujer caminando por una calle empedrada tarareando una vieja canción; por esto de ser intuitiva supe que era alguien que había pasado por mi vida en algún otro siglo. 
Apuré mi paso, esa melodía era muy conocida y pegadiza, ella cantaba en italiano y yo no pude descifrar una palabra, pero sin embargo no me resultaba ajena. Sentí un inmenso cariño por la voz cadenciosa. Son esas cosas que no se explican muy bien, la libertad de sentir que conocés a una desconocida es un camino que no todos comparten. No obstante ello, la mujer apuraba su paso y yo también, quizá el rostro me sería conocido. En algún momento sentí que ella corría y yo atrás, hubiese deseado una situación menos incómoda.
El mundo no es a la manera que uno lo imagina y la mujer que tarareaba esa hermosa canción parecía el viento. Llegó un punto en que no se si corría tras ella o tras la melodía, y ahí me dije que nada es casualidad y que si esa mujer corría era porque yo no le despertaba el más mínimo interés. Giré sobre mis talones y comencé a caminar en sentido contrario. Todo habría estado bien si no hubiese sido que la melodía me persiguió por más de veinte cuadras. Me detuve. Ya no me interesaba ver el rostro de la mujer, tampoco ser su amiga. Me senté en un viejo banco de plaza y por primera vez me escuché tatarear en la lengua del Dante. Mientras uno ame su propia creencia todo es posible, me dije, al tiempo que deshice el holograma que me tenía atrapada en otro siglo.
Intuición, la mujer de la melodía es mi piedra en el zapato: algún día cantaré como ella, libre y con viento a favor …

domingo, 31 de julio de 2016

CONJUGAMOS Poesía realizada a la obra de la genial pintora argentina Patricia Lagomarsino.



Poesía realizada a la obra de la genial pintora argentina Patricia Lagomarsino.
CONJUGAMOS
Me refugio
te refugias
nos refugiamos
del hambre
la crueldad
las guerras,
de las sombras
los cuervos
las tormentas,.
de la muerte
la enfermedad
la indiferencia,
del desbalance
el desamor
los miedos.
Dime viajer@:
porqué crees
que la rueda
no será tu rayo
un día de estos.
Me refugio
te refugias
nos refugiamos…