martes, 5 de abril de 2016

¡Ay de aquél!



Ay de aquél que se olvide del perfume de una flor, o del asombro que causan las simples cosas, o del viento perfilándose en el rostro, o de  buscar el mundo de lo justo. Ay de aquél que en esta transitoria vida se crea perenne y enlute su alma de tristeza. Un caminar sin quietud es esta búsqueda y escape del tiempo, ese transitar que nos recuerda que la luz de todo habita en el amor sincero. Ay de aquél que olvide cuán presuroso es el padre de todos los silencios…

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