jueves, 26 de noviembre de 2015

LA ESPALDA

José Palmer entró al bar enajenado por la música que se oía desde la vereda. Alzó la vista un instante, eligió la mesa cercana al cantante y se sentó de espaldas. Pidió una pizza y una birra helada a la espera de su amigo de correrías. 
Joaquín no demoró su llegada. Lo vio y a paso veloz se dirigió hacia la mesa. Tomó la silla de madera y se sentó a la par de José. Ambos de espaldas a los músicos. 
Cada aplauso los encontraba silenciosos y en cada nueva melodía selanzaban a conversar tapando la cadencia de la canción.
Siempre fui una mujer simple, de gustos llanos, de incierto mundo y paciencia a prueba de perforaciones. Pero ese día, inexplicable, les arranqué la cabellera de un tirón. Necesitaba ver que había en sus lóbulos cerebrales. Un río de sangre seca apareció ante mi vista. Supe que hacía mucho que habían muerto. Acomodé como pude sus cabelleras en su lugar e hice oídos sordos a sus muertes.
Hay espaldas y espaldas, algunas no valen la pena sonsacarlas de su mundo de acero. O si, porque al finalizar el concierto aplaudieron con sus manos humanas y yo tan sólo con el alma. Siempre he sido tímida y a veces esa condición semeja una espalda…

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