domingo, 30 de marzo de 2014

Silencio

Más allá de cualquier inquietud, me dispuse a hojear un viejo libro. Las páginas amarillentas denotan su antigüedad, son como hojas de otoño a punto de quebrarse en el aire. Me dije: tal vez , estoy frente a un incunable. Busqué la fecha de impresión en las primeras páginas, pero, en vez de estar datado en el 1500 decía mayo del 4653. Miré mi reloj, me dio un vahido. Claramente marcaba la hora veinicuatro del 10 de abril del 2013. No soy de mujer de asombrarme por este tipo de cosas, siempre me he reído del tiempo. El tema, es que mi curiosidad literaria, me impide permanecer ajena a los orígenes de este libro cargado de polvo. Me senté en la primera silla que hallé en esta biblioteca un tanto singular. No tiene bibliotecaria ni nadie que la atienda. Me serví sola, y en verdad, éste libro que sostengo entre las manos, llamó mi atención por el aspecto de sus tapas, un tanto raídas y poco legibles. Estupefacta he quedado, al ver las primeras ilustraciones. Una mujer de nariz trigueña y sonrisa plena, parece sonreírme. Debajo de la foto del retrato dice: Constanza. No me impresioné demasiado, casualidades son casualidades; pero esa mujer es muy parecida a alguien de mi familia. ¡No alcanzó a descubrir a quién me recuerda!. Sigo hojeando. Nuevamente la misma ecuación: casualidades son casualidades; hete aquí que el apellido es muy común, pero increíblemente es igual a mi apellido: García. Bueno, tampoco me voy a impresionar por esta razón, habrá en el mundo miles con el mismo nombre y apellido. Sigo mirando y las siguientes fotos, son idénticas a mi casa paterna. Cierro el libro, cierro el libro, cierro el libro. Dije que cierro el libro. ¡Cierro el libro! No hay caso, hace miles de años que lo intentó y nunca, nunca lo puedo cerrar. Soy constante, mañana vendré nuevamente. Y eso si, antes de retirarme de aquí, vuelvo a decir a quien me escuche: jamás le he temido ni a los agujeros negros ni al silencio sepulcral.


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