jueves, 6 de septiembre de 2018

Historias gélidas


Yo no sé cómo explicarle. Aparecí aquí, súbitamente. Así sin más, a la velocidad del pensamiento. Me corporicé y todo esto es tan nuevo. Quiero volverme a mi casa, dijo ella con gesto esperanzador.
El hombre la miró por el rabillo del ojo. El aspecto de la mujer era de fuera de época, pero lo peor de todo era el gélido gas que parecía envolverla. 
Las palabras comenzaron a quebrarse en la garganta del hombre y la idea de mujer se hizo agua de lluvia. Alzó su vista y vio como las nubes se convertían en otras formas, otros pensamientos, otros diseños. Un llanto antiguo bajó por sus mejillas y por enésima vez memorizó el rostro de su esposa muerta.
Nadie escapa al niño que cada uno tiene, dijo la terapeuta, mientras entraba al anciano a la sala de estar, allí donde las nubes desaparecen y el llanto muere.

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