miércoles, 1 de octubre de 2014

El callejón sin salida

Camino por el borde de la cornisa del imponente edificio. Estoy dispuesta a asesinarlo, claro que no será cosa fácil matarlo y luego huir.
El Dr. Hollystone ha sido de gran ayuda, hasta hoy en que deberé aprender a no escucharlo. No es cosa fácil, él es un hombre convincente, pero estoy dispuesta a hacer caso omiso a sus recomendaciones.
Le tengo vértigo a las alturas y no obstante  ello, aquí estoy: agazapada como lince al acecho.
 Los transeúntes, al verme en la punta del rascacielos, alzaron sus testas. Seguramente parezco  un diminuto punto en el cielo mismo, aunque como ellos,  también yo transcurro inadvertida por este lar llamado Tierra.
 No alcanzo a distinguir sus delimitados cuerpos ocupando gran parte de la acera. Yo trato de extender mis confines. Los límites los he dejado a un costado de mi cuerpo. Alcanzo a divisar a través de los cristales de un inmenso ventanal  al Dr. Hollystone;  porta en sus manos un reloj antiguo que pende  de una cadena. Lo mueve de un lado a otro, me quiere hipnotizar.  Grita varias veces:
-         Artemisa, Artemisa, baja de ahí.
Me causa pena el Dr. Hollystone, tan empeñado en cuestiones del ego y el alter ego; aún no comprendió que soy un avatar. Ya hace mucho tiempo que la engullí a Artemisa, ahora voy por Apolo.


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