lunes, 5 de septiembre de 2016

Disparo al blanco


No hay mucho para perder ni tampoco para ganar, me digo, desde el anonimato. ¿A qué debería apuntar? ¿A quién o quiénes? ¿Desde cual ángulo, a qué altura estará la entrada, podré salir del laberinto y cuántos caerán a la vez?
Únicamente necesito hacer de cuenta de que ahí no estoy, una buena estrategia es concertar una cita con otro u otros y hasta mencionarlos antes del disparo final, si es posible decir que alguna vez ellos dijeron lo que nunca dijeron pero que alguien dijo que lo escuchó de buena fuente.
Por centésima vez trato de que no se note mi presencia, estoy yendo de polizón en este viaje, hormiguea en mi testa todo lo que no comprendo y también el arma. Algunos dicen que es mejor recortada, otros opinan que es mejor de un buen calibre para que el disparo final sea certero. El calibre veintidós no me gusta porque el veintidós es el loco/a y yo soy bien cuerda. Casi se me escapa el tiro antes de elegir el blanco, todos lo son: esa masa informe humana, esos fragmentos que componen un todo que no alcanzo a divisar. Es tiempo, es hora. Ya estoy lista, no creo en la mano alzada, prefiero lo de última generación aunque cueste trabajo.
Lo tengo en la mira, no quiero que sepa de mis autocríticas, ni siquiera de mis trances, tampoco de mis porfías. Los dolores mutan y una lágrima es todo lo que tengo entre estas puras líneas, esa que derrama historias que me tienen y no de protagonista.Y ahí estás, como yo, en el anonimato consolando cualquier día. Disparo al blanco … No hay mucho para perder ni tampoco para ganar, me digo, mientras autogestiono un nombre, un relato y la sangre en páginas escritas.

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