domingo, 11 de septiembre de 2016

Jugando al loco de a dos


Cierto día me encontré desempolvando viejos libros. La suma del polvo me dijo del tiempo que había pasado: un año. O sea, trescientos sesenta y cinco días y un sinnúmero de circunstancias.
Los quité de los estantes y con ojos viejos, pero con nueva mirada, repasé los títulos y aparecieron los tigres de Mompracem, y Fausto y Tartufo y Cuentos de amor , de locura y muerte y muchos otros que iba limpiando a medida de que se colaba en mi memoria algún personaje. Y me dejé enredar como si formasen parte de un pueblo imaginado y supuse que los relojes y el tiempo habían hecho un hito para encontrar en alguna esquina al Fausto chistando a Sandokán para “salvarlo” o a cualquier otro de este tiempo. Me puse pálida con el solo hecho de pensar de que los personajes personas viniesen a nuestro mundo real y nos enredasen en sus costumbres.
Senti los hilos de mis pensamientos moverse hacia arriba, claro que solo estaba el cielo raso y más allá la imaginación y más allá el hado y el misterio de las cosas.
De todas formas cuando alguien se acerca con un chistido para salvarme a cambio de lo único que me pertenece: mi alma, o mis pensamientos o mis ideas lo miro con desconfianza como si ese ser fuese un moderno Fausto, hay muchas formas de ser mitigado y yo soy una intuitiva nata. Y aunque cuando me miro en el espejo no me veo, desde donde estoy, florece mi amor por Oliveira y no fue ni es magia aunque me apodan la Maga…

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